No me quería ir sin despedirme de ella, tomé mi celular y presioné cada
tecla tan fuerte como pisaba el acelerador, el sonido que producía el teléfono
al tocar cada número estremecía en mi mente una gran gama de sentimientos desde
miedo a tristeza, pero la decisión ya estaba tomada.
Durante el tiempo que demoró en contestar, mi mente comenzó a quedar en
blanco poco a poco, pero no importaba, no necesitaba hilar perfectamente la
historia que me llevaba a escoger este camino, pues mi llamada era solo una despedida.
Me encontraba en esas cavilaciones cuando de pronto escuché su voz, que
resopló como brisa en mis oídos y logró a enfriar mis huesos y mi cuerpo por
completo, "aló" oí decir, y las lágrimas comenzaron a caer por mí ya
pálido rostro. Pasaron unos segundos y no atinaba a decir ninguna palabra,
estaba hipnotizado con las líneas blancas de la carretera ya borradas con tanto
desgaste y con las señales de tránsito que anunciaban peligro unos metros más
adelante.
En ningún momento dejé de acelerar, estaba dispuesto a cumplir con lo que
me había propuesto, me mantenía inmóvil y a mí alrededor ya no existía nada más
que el roce del celular en mi mano y la presión continua que ejercía mi pie en
el acelerador, hasta que nuevamente se escucha "aló", mientras ya a
lo lejos se divisaba el barranco.
No sé exactamente las palabras que ocupé, ni tampoco lo que respondió,
supongo que habrá intentado detenerme. Solté el volante y dirigí la vista al
celular como si pudiera ver a través de él cada curva de su rostro, relajé todo
mi cuerpo y deje caer los brazos a los costados.
Por un instante el tiempo se detuvo, al igual que el sonido del motor, lo
que me permitió escuchar un fuerte choque que se escuchaba desde el otro lado
del celular.
Lo juro, no sabía que ella también iba manejando.